sábado, 29 de octubre de 2016

Los migrantes al frente de una inédita batalla político-cultural: abrir nuevos caminos al mundo

François Soulard, Germà Pelayo

ALAI AMLATINA, 26/08/2016.-

“Al río que todo lo arranca lo llaman violento,
pero nadie lama violento al lecho que lo oprime”
. - Bertold Brecht

“No es la tierra esta vez la que se mueve, somos nosotros, migrantes. Los y las migrantes, todas las personas que vivimos las diversas formas de movilidad humana, somos parte consustancial de las nuevas realidades mundiales y también una expresión emblemática de sus contradicciones y desafíos”.
Carta latinoamericana de migrantes

Resultado de imagen para migrantesLas migraciones humanas no dejan de ser el fenómeno transnacional más compulsivo e indicador de la vejez de los antiguos mundos que no terminan de morir o que tratan de renacer bajo formas más regresivas. Frente a la globalización capitalista “de la destrucción” como lo recalcó el reciente Foro social mundial de migraciones desarrollado en Brasil (julio 2016), los y las migrantes se constituyen como partículas éticas, interculturales, eróticas, comunicacionales, civilizatorias, portadoras de alternativas y de otros mundos que chocan con las fronteras excluyentes de un mundo peligrosamente enredado en el pasado. Una de estas fronteras tiene que ver con la resistencia para resignificar la movilidad humana como un nuevo horizonte social y político. Esta resistencia, cuya agudización llega a una verdadera negación del terremoto humano migratorio, no es exclusiva al campo de las migraciones. Forma parte de lo que podríamos llamar una gran batalla ética, política y cultural para abrazar, interpretar y disputar las inéditas transformaciones traídas por la mundialización del planeta.

Siempre es útil volver a dimensionar la amplitud del “rumbo migratorio” tomado por el orden global, hoy marcado por una movilidad humana compulsiva comparable a la que ocurrió durante la segunda Guerra mundial. Se estima actualmente un total aproximativo de mil millones de migrantes, entre ellos 250 millones de migrantes transnacionales (concentrados principalmente en 10 países de destino) y 750 millones de migrantes internos, representando un total 30% de la fuerza laboral planetaria.

Dentro de este conjunto, existen 52 millones de refugiados y 50 millones de desplazados climáticos que deberían alcanzar los 250 millones en las próximas décadas debido a la tendencia anunciada del cambio climático. Los países industriales alojan actualmente solo un 14% de los refugiados, mientras los países emergentes o en desarrollo incluyen el 86% (la población de ciertos países como el Líbano siendo compuesta por un cuarto de refugiados/as). En los principales países occidentales centrales de destino, los migrantes llegan a generar una riqueza económica alcanzando hasta un tercio del PBI nacional como en el caso de los Estados Unidos.  Las migraciones, que podemos calificar mayoritariamente como femenizadas, forzadas, invisibilizadas, precarizadas y subreguladas, generan un impacto político-cultural creciente todavía poco analizado en los países o regiones destinatarias.

Antes de reforzar el trazado de las fronteras, hoy los muros anti-migratorios parecen haberse endurecido en el interior de las subjetividades, de los imaginarios y los espacios de decisión política. En el terreno subjetivo, la gran desaceleración económica iniciada a partir del 2008, sumada a los efectos subterráneos de una nueva geopolítica comunicacional y emocional, han hecho volver a las pasiones en el campo político, para lo mejor y naturalmente para lo peor. El miedo y sus derivados irracionales han contaminado peligrosamente la brújula política, con una instrumentalización ampliamente cosechada por los sectores políticos de ultra-derecha como lo vemos en Europa, en EEUU y otros países emergentes[i]. A nivel del imaginario, la migración contemporánea sigue polarizada por esquemas de interpretación elaborados en época donde ordenaban los conceptos de potencia militar, de centralidad occidental, de uniformidad cultural y de enclave nacional heredados del equilibrio westfaliano. ¿Qué nos enseña en la realidad? En cincuenta años, solo aumentó de 2% a 3% la proporción de migrantes transnacionales en proporción a la población mundial, al contrario de las prospectivas de hace varias décadas que predecían una migración masiva procedente de la ex-URSS, de los países del Este europeo o de África. En el corazón de Europa, hasta el Bundesbank de Alemania ha evidenciado la necesidad de integrar anualmente 200 000 migrantes para mantener su dinamismo económico[ii]. La actual migración de miles de ciudadanos españoles a Marruecos para encontrar una salida laboral es también una señal de época. Estos datos, si bien son de carácter económico, se puede extender a casi todos los países industriales y da una idea del “imaginario paralelo” en el cual se aísla (o manipula) la comprensión de la cuestión migratoria.

Asimismo, en una gran parte de la clase política de los países centrales y más moderadamente en ciertos países emergentes, el relato parece haberse entregado a una suerte de triple retórica instrumental, securitaria y negacionista. Por un lado, la situación de crisis migratoria está dramáticamente convertida en un elemento de marketing político-electoral en vez de ser elevada como una cuestión política transnacional de largo plazo. Las migraciones están apuntadas tanto como una causa negativa de una Unión Europea “coladora”, tanto a una amenaza a la seguridad laboral, física, identitaria, eventualmente asociada a la amenaza terrorista. Por otro lado, predominan enfoques defensivos y tecnicistas en las políticas estatales, es decir basadas en un monopolio del Estado sobre la prerrogativa migratoria, donde se recurre a un arsenal de dispositivos de vigilancia, externalización y control fronterizo que se han venido desplegado nítidamente a partir del giro geopolítico iniciado en el año 2001.  A fin de cuentas, el ámbito político está dando la espalda a la vez a los argumentos científicos, históricos y éticos sobre las migraciones, e in fine al rol mismo de la política para elaborar una respuesta a la altura de un fenómeno tan permanente, inevitable y transnacional como la movilidad humana. Obviamente, no hay respuestas binarias frente a un fenómeno complejo como la actual movilidad humana. Pero en lo general es evidente que en vez de ir hacia una construcción política ampliada de este tema, las autoridades públicas se han dejado arrinconar en una estrechez imaginaria-discursiva, que termina abundando aún más a la desesperación humana y los huecos existentes en la regulación de las migraciones.

Frente a este escenario, los/as migrantes nos invitan a desandar los muros perceptivos y reflexivos para entender profundamente el nuevo lenguaje que están escribiendo sobre el poder mundial. La movilidad humana es en definitiva el otro nombre de una fuerza social diseminada que está empujando un mundo transnacional, intercomunicado, desterritorializado, sociointegrado, impactando de pleno en la arquitectura del tablero global. Mientras los promotores de la globalización excluyente tienden a replegarse detrás de los nacionalismos, de la hiperconcentración de riqueza y de la cobardía ética, las rutas migratorias tejen a contramano una comunidad transnacional, pluricultural, multipolar, solidaria y horizontal, no exenta de contradicciones por supuesto, pero en búsqueda y en permanente ensayo existencial.  “Migrar para vivir y sobrevivir” como lo dicen las emotivas banderas migrantes. Migrar finalmente para no marchar detrás de la “necropolítica” de la globalización neoliberal, sino para abrazar una posibilidad de mundialización humanizadora y prefigurar una suerte de proto-política global de solidaridad, igualdad y de convivencia planetaria[iii]. En el fondo, subyace una formidable provocación para descolonizar nuestras visiones de nosotros mismos y de nuestra inserción en el mundo.

En este sentido, las organizaciones migrantes parecen visualizar más claramente la necesidad de intensificar la disputa imaginaria-cultural para pujar hacia un horizonte digno de movilidad. Varios encuentros desarrollados estos últimos años denuncian cada vez más la agudización del paradigma economicista y securitario, sostenido por los vendedores de odios, de mitos y mentiras, amplificado por los medios hegemónicos, que asfixia la capacidad política para instalar nuevos escenarios. La situación europea o el rumbo poco audaz tomado por la cumbre de alto nivel de Naciones Unidas prevista en septiembre 2016[iv] ilustran esta grieta. Se exige una nueva arquitectura multilateral con mecanismos vinculantes. Pero ¿qué esperar del régimen de balkanización actual de las relaciones internacionales? Como lo resaltaron los debates del Foro de migraciones de São Paulo, esta batalla política incluye la lucha informativa pero tiene que ver sobre todo con una amplia batalla comunicacional. Es una lucha para cuestionar la negación migratoria y resignificarla desde un lugar positivo, realista y deseable, creando escenarios de alianzas y de confrontaciones con otros actores de la sociedad, de forma inseparable con las luchas por los derechos humanos. Uno de estos escenarios tiene que ver con las experiencias locales que demuestran itinerarios de integración factibles y exitosos, inseparable de un horizonte epocal de confrontación post-neoliberal. Otro escenario tiene que ver con el espacio público, las resistencias populares y el movimiento micromediático creciente en varias regiones que puede ayudar en visibilizar los movimientos migratorios. Parece que estos escenarios son pasos previos para desplazar a las tendencias mortíferas, acumular fuerzas para cambiar los marcos de regulación y construir caminos instituyentes hacia nuevas mundialidades.


- François Soulard y Germà Pelayo, Carta mundial de migrantes/Foro Democrático Mundial
 


[i] Fear is not a good counsellor, Roberto Savio, Other News  http://www.other-news.info/2016/05/fear-is-not-a-good-counsellor/ 
[iii] O de « gobernanza social mundial » como lo sugiere Bertrand Badie (rencontre internationale Pour une gouvernance alternative des migrations, mai 2015).

Poder corporativo, libre comercio y fraude fiscal: una sola ecuación

  Latindadd

Resultado de imagen para OMCALAI AMLATINA.- Desde mediados de la década del noventa el movimiento social a nivel global comenzó a colocar como prioridad en sus agendas de lucha el tema comercial, dándole especial énfasis a una crítica completa al paradigma del libre comercio, que se colocó como premisa teórica de la puesta en marcha de la globalización neoliberal.
 
El primer escenario de la batalla contra el paradigma del libre comercio fue la Organización Mundial del Comercio (OMC), en donde se avanzó creando un entramado jurídico global de carácter obligante que profundizó la lógica de la desregulación comercial: agresivas desgravaciones arancelarias; eliminación de marcos regulatorios al capital financiero; y fortalecimiento de la protección unilateral a las inversiones externas.
 
Los efectos no se hicieron esperar en los denominados países del tercer mundo, que empezaron a sufrir las consecuencias de esta lógica del libre comercio.  Y por tanto, se empezó una “rebelión” al interior de la OMC, liderada principalmente por quienes luego formarían el bloque de los BRICS a fin de detener, en alguna medida, esta ofensiva libre cambista, llevando a lo que muchos llaman al “fracaso de la Ronda de Doha” o lo que es lo mismo, que los promotores del libre comercio no pudiesen terminar su labor al estancarse en los llamados “cuatro temas de Singapur”: 1) libre competencia, 2) facilitación del comercio, 3) protección de inversiones y 4) compras del sector público. La condición fue que se resolviera en el seno de la OMC el tema de los subsidios al sector agrícola en el norte (léase Estados Unidos y Europa, principalmente), para luego abordarse los temas de Singapur.
 
Ante el fracaso de la Ronda de Doha, la estrategia neoliberal acentuó la promoción de los Tratados de Libre Comercio (TLCs).  En el caso de América Latina, los Estados Unidos de Norteamérica lanzaron la ofensiva del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que fracasó por la alianza entre los recién llegados gobiernos progresistas y el movimiento social. Ante ello, Estados Unidos continuó con el impulso bilateral de TLCs.
 
En efecto, la mitad de América Latina y el Caribe (México, Centroamérica, Caricom, Perú, Colombia, Chile) está constituida por economías que se rigen por el paradigma del libre comercio, con TLCs entre ellas y con tratados con países de fuera de la región. Sólo se mantienen fuera de la lógica de los TLCs el Mercosur (Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil, Venezuela) además de Ecuador y Bolivia.
 
Aparejado a la existencia de los TLCs, se fue profundizando esta institucionalidad neoliberal con el impulso que se dio a los Tratados Bilaterales de Protección de Inversiones (también conocidos como TBIs). De forma que se liberalizó el comercio vía TLCs y se le dio una protección privilegiada a la inversión extranjera vía TBIs.
 
La dimensión fiscal
 
Resultado de imagen para OMCUna dimensión que no se había considerado en el ataque al libre comercio fue la fiscal, es decir los impactos provocados por dichos acuerdos en la recaudación tributaria. Gracias al movimiento global por la justicia fiscal se empieza a hacer una correlación de factores que obligan a hacer los vínculos de la desregulación comercial y de inversiones, con la opacidad, la evasión, la elusión y el fraude fiscal.
 
Estos vínculos, empiezan a relacionar cómo la desgravación arancelaria impacta las cuentas nacionales en términos de los impuestos que dejan de cobrarse a las importaciones. Asimismo, cómo los procesos de desregulación financiera y el libre tránsito de capitales impactan en las cuentas de capital de los Estados. De igual forma, cómo los principios de Trato Nacional (TN) y Trato de Nación s Favorecida (TNF) abren portillos para la elusión de las transnacionales y también cómo las políticas de atracción de inversiones basadas en exoneraciones o privilegios fiscales van provocando inmensos costos en términos de gasto tributario para los países.
 
Asimismo, se ha observado que luego de la suscripción de un TLC, normalmente sigue la suscripción de un acuerdo de doble tributación, ventajoso para los países de donde proviene la inversión transnacional en el pago del impuesto a la renta. Es que el principio que rige la tributación en estos acuerdos es el de “residencia” y no el de “fuente”. De esta manera, una empresa extranjera no tributa ni en el país donde extrae la renta, ni en el de donde proviene, sino donde estratégicamente ha puesto su sede: Gran Caimán, Delaware, Islas Vírgenes y otras jurisdicciones opacas.
 
Finalmente, toda esta maraña de acuerdos de inversiones, libre comercio y doble tributación facilita la planificación tributaria, desarrollada por grandes estudios jurídicos que saben muy bien cómo y dónde constituir sociedades comerciales para no pagar impuestos.  El escándalo de los Panamá Papers es una clara muestra de ello.
 
Crisis del posneoliberalismo
 
Resultado de imagen para CRISIS DEL POSNEOLIBERALISMO
Hoy América Latina vive un momento de contraofensiva neoconservadora, básicamente en Suramérica que es la parte de la región que trató de desmontar la arquitectura neoliberal heredada de las décadas de los ochenta y los noventa. La irrupción de la derecha en Argentina, el golpe de estado en Paraguay, el golpe de estado en curso en Brasil y la victoria de la derecha en el parlamento venezolano, han posicionado de nuevo al paradigma del libre comercio en esta subregión latinoamericana.
 
La Alianza del Pacífico empieza a ganar adeptos en la región, los gobiernos del Mercosur inician la presión para que finalmente este proceso modifique su carta constitutiva que inhibe la firma de Tratados de Libre Comercio, esos mismos gobiernos se animan a reanudar la negociación para la firma de un TLC entre la Unión Europea y Mercosur, que se uniría a los que ya tiene la Unión Europea en vigencia con Centroamérica, México, Chile y Perú/Colombia.
 
Diversos países de América Latina están participando a fondo en las negociaciones del TISA, que abre sectores fundamentales (educación, salud, agua, servicios municipales, correos, transporte, etc.) a la participación privada de transnacionales.  México, Perú y Chile participan activamente en el ya suscrito Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (conocido por sus siglas en inglés como TPP).
 
El poder corporativo transnacional tiende a fortalecerse por medio del impulso de diversos tratados o de inversiones, que se orientan a profundizar la desregulación de los grandes capitales, y que constituyen verdaderos candados jurídicos a políticas reformistas orientadas al bien común.
 
Visibilizar esta situación, abrir el debate para comprender en toda su dimensión las características del fenómeno y generar nuevas articulaciones de denuncia, resistencia y propuestas de cambio, son tareas urgentes para el movimiento social de América Latina.
 
 
- La Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos (LATINDADD) trabaja desde hace más de quince años en toda la región, incidiendo sobre los decisores políticos en temas de fiscalidad, nueva arquitectura financiera, deuda y nuevas economías.

EEUU: Las guerras sin fin

Marco A. Gandásegui, H.

Resultado de imagen para campaña electoral de eeuuALAI AMLATINA.- La campaña electoral en EEUU ha tomado un curso pocas veces – quizás nunca – vista en el pasado. Los dos grandes partidos políticos, el Demócrata –fundado a principios del siglo XIX – y el Republicano – a mediados del decimonono – se han colocado en posiciones políticas sin salida. Por un lado, Donald Trump, el especulador de Nueva York, se tomó el ‘Partido de Lincoln’ mientras que las elites (el ‘establishment’) jugaban con evangélicos, conservadores y una masa de trabajadores frustrados que terminaron dándole vuelta a la mesa.

El Partido Demócrata se contentó con presentar a la señora Hillary de Clinton como sucesora y continuadora del presidente Barack Obama. El poder financiero que controla la maquinaria del partido de FDR (Franklin Delano Roosevelt) al mejor estilo de la política mexicana del “gallo tapado” pretendió correr toda la distancia con su candidata imbatible. Las bases de su partido se rebelaron y se volcaron a favor de un viejo socialista quien presentó su candidatura a la Casa Blanca sin mayores pretensiones.

El ‘viejo’ senador Bernie Sanders hizo una campaña ‘esquizofrénica’ que le dio espléndidos resultados. Por un lado, atacó a los amigos de Hillary, dueños de Wall Street acusándolos de ser el 1 por ciento de los ricos que quieren acabar con la clase media y con el país. Su discurso se prendió a lo largo y ancho de EEUU y no pudo ser apagado, a pesar de los millones que invertía la cúpula agazapada en los bancos más grandes de Nueva York.

Por el otro, sin embargo, Sanders no atacó el flanco más débil de la ‘Secretaria de Estado’. Su falta de credibilidad y mensajes monótonos no fueron objeto de críticas por parte del candidato de la ‘izquierda’. Esta tarea la asumió el Partido Republicano y su candidato Donald Trump. Hillary tiene un largo historial desde cuando su esposo era el gobernador de Arkansas (en la década de 1980), después Presidente de EEUU (década de 1990) y cuando ella ganó un escaño senatorial a principios del siglo y renunció para ser la Secretaria de Estado de Obama. Un total de 30 años políticos escabrosos y llenos de problemas.

Trump no sólo le saca sus trapos sucios, acusándola de promover la pérdida de empleos y los tratados comerciales que exportan puestos de trabajo. También la coloca a la cabeza del grupo de ‘halcones’ liberales de Washington. La asocia a las guerras en el Medio Oriente, las amenazas a Rusia y el cerco contra China. Trump ha demostrado que Hillary es la peor candidata a la Presidencia de EEUU que pudo haber seleccionado la elite financiera del Partido Demócrata. Lo único que la salva es que Trump es aún peor. Desde la década de 1960 (Barry Goldwater), el Partido Republicano no ha tenido un peor candidato.

Trump ha alienado a vastos sectores del electorado norteamericano. Comenzando con los inmigrantes mexicanos, los negros, los musulmanes e, incluso, las mujeres. Según Hillary, el magnate de los casinos favorecería a los ricos con reformas tributarias y les daría contratos petroleros, minerales y forestales que destruirían el ambiente. La ex primera dama alega que Trump no tiene experiencia en política internacional y representaría un ‘peligro’ si llegara a tener las claves para desatar una guerra nuclear.

El problema que enfrenta el mundo actual es que ambos tienen razón. Hilary es asesorada por los ‘halcones’ más decididos a desestabilizar o a declararle la guerra a cualquier país que no se someta. Pareciera que en su orden del día está contener a China, arruinar a Rusia y, de paso, declarar las guerras necesarias para subyugar al resto del planeta.

Trump puede ser menos sofisticado pero sus objetivos son muy parecidos. Mientras que Wall Street y Hillary juegan a escala global, Trump tiene una visión más vinculada a la economía de EEUU. Sus enemigos son México y China que, en su opinión, juegan según las reglas de la banca financiera anglo-norteamericana. El discurso cae muy bien en los sectores más golpeados y frustrados en EEUU por la recesión económica casi permanente.

Este análisis, que no ha mencionado nombres propios, será ampliado en el XV Congreso Nacional de Sociología que se efectuará en la Universidad de Panamá la próxima semana. Los organizadores tendrán una mesa especial dedicada a EEUU y las aparentes guerras sin fin que ambos candidatos le prometen a sus electores. ¿Qué impacto tendrá esta política sobre Panamá y América latina?

- Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA) 

Brasil ya no será igual

Emir Sader

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ALAI AMLATINA.- Cualquiera que sea el desenlace inmediato de la más profunda y prolongada crisis que el país ha vivido, Brasil no saldrá igual, nunca más será el mismo que fue. Será mejor o peor, pero nunca más el mismo. La crisis devastó la credibilidad de todo el sistema político, liquidó la legitimidad del Congreso, propagó la falta de creencia en el Sistema Judicial e hizo que el pueblo sepa que no basta votar y ganar cuatro elecciones para que el mandato presidencial sea respetado. En resumen, lo que se creía que el país tenía como República, se terminó. Lo que se difundía que era un sistema político democrático, ya no sobrevivirá. O bien Brasil construye una democracia sólida – para lo cual el Congreso actual, esta Justicia, este monopolio de los medios de comunicación no podrán seguir existiendo como ahora – o el país deja realmente de vivir en democracia.

La derecha brasileña muestra su cara sin eufemismos. Al inicio alegaba que se trataría de un proyecto para “reunificar el país”, supuestamente dividido por los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT). Se valía de la pérdida de popularidad del gobierno Dilma, así como del Congreso más conservador y descalificado que el país ha tenido, como también del rol escandaloso y ya sin ningún pundonor de los viejos medios de comunicación, para destruir la democracia política que hemos tenido y promover un gobierno antidemocrático, antipopular y antinacional.

Muy rápidamente fue posible constatar que se trata simplemente de lo que se denunciaba por toda la región: el proyecto de restauración del modelo fracasado en los años 1990 con Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, por un gobierno golpista y minoritario, contra el pueblo, contra la democracia y contra el país.

¿Cómo se va a pronunciar el Supremo Tribunal Federal sobre cualquier tema, si ha callado frente al golpe, puesto en práctica bajo sus narices, presidido en el Senado por su Presidente, que apoya todas las brutales ilegalidades que se practican? ¿De qué sirve una Justicia, un STF, que no está para impedir que un crimen en contra de la democracia sea perpetrado por el Congreso? Lo que hay es un silencio cómplice, mezclado con un vergonzoso aumento del 41% de sus salarios, concedido públicamente – con fotos en los periódicos -, por Eduardo Cunha, el político más corrupto del país, cuya impunidad solo se da por la complicidad de los que deberían punir, así como a tantos otros miembros del gobierno, incluso el presidente interino. Ya no habrá democracia en Brasil sin un Sistema Judicial elegido y controlado por la ciudadanía, con mandatos limitados y poderes circunscritos.

No habrá democracia en Brasil sin un Congreso efectivamente elegido y sin financiamiento privado, sin que represente a los lobbies elegidos por el poder del dinero. Un Congreso democrático tiene que estar fundado en el voto condicionado, por el cual los electores controlen aquellos en quienes han votado y que se comprometan con un programa y con un partido determinado.

En una democracia, todos tienen el derecho a la voz, la opinión pública no puede ser fabricada por algunas familias, que imponen su punto de vista al país, como si pudieran hablar en nombre del país, aun cuando han perdido cuatro elecciones presidenciales consecutivas. Nadie debe perder el derecho a hablar, pero todos deben tener el derecho a expresarse, sino, no se trata de una democracia, sino de la dictadura de una minoría oligárquica.

En una democracia un impostor no podría haber asumido la presidencia, aunque interina, por un golpe e imponer el programa económico derrotado cuatro veces sucesivamente, incluso en dos veces en que ese golpista estuvo en la lista vencedora, con un programa radicalmente opuesto al vencedor. Si ello ocurre, es porque la democracia fue herida de muerte, la voluntad de la mayoría fue desconocida.

Si el golpismo triunfa en el Senado brasileño, será necesario hacer que pague duramente el precio del atentado que está perpetrando. Que sus proyectos fracasen, que la vida de sus componentes se vuelva insoportable, que su banda de ladrones sea víctima de la ingobernabilidad. Que se ocupe y se resista en todos los espacios del gobierno ilegítimo, antidemocrático, antipopular y antinacional.

Es parte indisoluble de la resistencia democrática impedir cualquiera acción en contra de Lula, que representa los anhelos mayoritarios del pueblo brasileño, conforme las mismas encuestas que los golpistas han utilizado para buscar legitimidad popular, apuntan. Esta será la señal de que sobreviven espacios democráticos o no. Si logran blindar de tal forma su gobierno y constitucionalizar el neoliberalismo, habrán enterrado definitivamente cualquier señal de democracia en Brasil. En ese caso ellos tendrán el mismo destino de sus antecesores: serán tumbados, derrotados, execrados y un nuevo tribunal de la verdad los juzgará y los condenará por crimen en contra de la democracia. Serán derrotados por el pueblo, por la democracia, por el país, que construirán una democracia de verdad en Brasil.