Adalid Contreras Baspineiro
ALAI AMLATINA, 05/01/2017.-
El baile empezó antes de la fiesta
El cronograma previsto por el Consejo
Nacional Electoral arranca con la convocatoria a elecciones el 18 de
octubre 2016; sigue con las inscripciones de candidatos entre el 19 de
octubre y 18 de noviembre; señala la realización
de la campaña electoral entre el 3 de enero y 16 de febrero 2017;
define las elecciones para el día domingo 19 de febrero; y prevé, en
caso de segunda vuelta, el 2 de abril, para culminar con la posesión de
presidente y vicepresidente el 24 de mayo.
Como se ve, los límites de la fiesta
están bien definidos y coordinados por un Consejo Electoral
experimentado en estas lides. La fiesta está convocada, pero el baile de
los candidatos empezó con ritmo intenso hacen ya varios
meses, o años. ¿Cómo es posible esto? En parte, esta situación tiene
que ver con la fórmula adoptada en los procesos electorales que
diferencian etapas previas que admiten el encauzamiento de propaganda, y
la electoral propiamente dicha que da paso a la publicidad
o la campaña proselitista.
En la teoría comunicacional, propaganda se refiere a la sensibilización
mediante mensajes y acciones que buscan inducir actitudes y
opiniones, ya sea para adoptar posiciones a favor de quién las procesa o
para desarticular certezas. Por su parte, publicidad, siguiendo a
Valls, consiste en “el arte de persuadir a
las personas para que adopten una adhesión o actitud a favor” -en el
comercio consiguiendo compradores y en la política captando votos-. La
fina diferencia entre ambos momentos podría
aclararse estableciendo que la propaganda busca persuadir
emocionalmente y la publicidad pretende que se tomen decisiones,
valiéndose para ello de campañas intensivas que saturan con mensajes
proselitistas los espacios mediáticos y con movilizaciones las calles
y las vidas cotidianas.
Aquí, como en todas partes, las intervenciones proselitistas están
reglamentadas para su uso en medios tradicionales como las vallas
publicitarias, los canales de televisión, las emisoras de radio y la
prensa, pero nada prevén en relación a los
medios virtuales y las redes sociales, que están desde hace fú
circulando mensajes, publicidades y memes en sus característicos
lenguajes enunciativos, irónicos, pasionales e inidentificables, pero
ciertamente posibilitadores de la expresión
y movilización orgánica e inorgánica de las poblaciones.
En el tiempo previo, Guillermo Lasso a la cabeza de la alianza
Creo–Suma, agrupación representativa de una de las facciones de la
derecha ecuatoriana, está promoviendo su candidatura desde hacen por lo
menos cuatro sino más años, con un posicionamiento de imagen articulado a
la necesidad de un cambio en la conducción
del gobierno y de una autoproclamada capacidad empresarial, basada en
su trayectoria de banquero, como ícono para (re)conducir el país.
Desde los primeros meses del 2016, bajo el sugestivo nombre de
Unidad, agrupaciones de derecha que supieron cooptar algunos líderes del movimiento indígena y de
Pachakutik, movimiento de centro izquierda, aunaron voluntades
para concentrar una sociedad antigubernamental, en el convencimiento que
ésta sería la única posibilidad para derrotar al actual partido en el
gobierno:
Alianza País. El intento no prosperó, entre otras razones porque
muchos de los líderes de los grupos participantes se asumían
presidenciables y hoy están segmentados algunos bajo el manto de otras
agrupaciones y otros con fórmulas propias optando
cargos para la Asamblea. En un efecto boomerang, este intento fallido
por recoger los estallidos dispersos de oposición, puso en evidencia las
fisuras y diferencias que caracterizan la composición antigubernamental
ecuatoriana.
El candidato a Vicepresidente por Alianza País y actual Vicepresidente de la República[1],
en actividades propias de su cargo, no ha cesado de entregar obras,
hacer presencia permanente en medios y demostrar sus capacidades
ejecutivas especialmente en el manejo de la solidaridad y reconstrucción
de las regiones afectadas por el terremoto de 7.9
grados en la costa ecuatoriana. El gobierno del presidente Correa, en
una especie de campaña permanente, publicita sus múltiples obras
mediante diversos recursos comunicacionales entre ellos la realización
semanal de las “sabatinas”, espacio de rendición de
cuentas fuertemente dedicado a consolidar las adhesiones de sus
simpatizantes y poco abiertas a la inclusión de los opositores o de los
indecisos.
Cynthia Viteri, la candidata del tradicional Partido Social Cristiano
de fuerte ascendencia en la región costera de Guayaquil, reconocida
oradora en la Asamblea, ha gozado de una asidua y privilegiada presencia
en infinidad de
programas de los medios de comunicación que no ocultan sus antipatías
con el régimen gobernante y le tienden las alfombras de sus espacios.
Otros candidatos entran en escena a partir de la oficialización de
las elecciones el mes de octubre, y su acceso al baile electoral es
diferenciado porque depende de sus grados de posicionamiento. Por
ejemplo Paco Moncayo, del
Acuerdo por el Cambio, es un respetado líder por el papel
dirigente que juega en la guerra del Cenepa empezando los años ochenta y
por su acertada gestión como Alcalde de la ciudad de Quito. Dalo
Bucaram de
Fuerza Ecuador es Asambleísta que no puede dejar de moverse al
amparo de la imagen de su señor padre, el ex presidente Abdalá Bucaram y
de una tradición familiar presidencialista. Patricio Zuquilanda, ex
canciller del gobierno de Lucio Gutiérrez
encabeza el Partido Social Ecuatoriano arrastrando el recuerdo de su gestión presidencial. Washington Pesántez de
Unión Ecuatoriana fue fiscal general. Y el candidato de
Compromiso Social, Iván Espinel, es figura nueva en las lides electorales.
Usualmente, la recta final de los procesos electorales, es decir
la de la publicidad suele combinar el marketing político que privilegia
la exposición de programas, con el marketing electoral que se dedica al
posicionamiento de las imágenes de
los candidatos. Esta es una fórmula esperada, porque por lo visto en el
proceso previo (el de la propaganda) y en el inicio de la recta final,
no se ha pasado de intentos de los candidatos por ser valorados como los
salvadores de la humanidad apoyándose en
la sobrevaloración de sus propias historias personales y familiares; se
han inundado los espacios mediáticos con cuestionamientos más
pasionales que argumentados al régimen actual; y se ha abundado en la
enunciación de promesas celestiales como por ejemplo
la creación de un millón de empleos, o la eliminación de los impuestos,
o la energía eléctrica sin costo, o la adopción de una moneda nacional
propia, o el buen vivir.
Las promesas están planteadas, falta ahora demostrar cómo serán
edificadas. Los estrategas lo saben, y deben estar preocupados porque a
pesar de su intensidad, las fórmulas pre-fiesta no han logrado
entusiasmar a los ciudadanos. El porcentaje
de indecisos bordea el 47%, porcentaje que se incrementa con la
población encuestada que dice que votará en blanco (2,7%) o los que
cocinan el voto nulo (16,9%)[2].
El baile de los candidatos contribuye a esta situación de
adhesiones e indefiniciones. Por una parte la fórmula gubernamental se
mueve en una monotonía entercada en la sublimación de sus obras y la
descalificación de los adversarios. En el otro
frente, los candidatos de las oposiciones pregonan una consigna
compartida: la necesidad de un cambio en la conducción presidencial. La
monotonía estatal logró consolidar un importante voto duro, pero no
tendió nexos con el océano de
indecisos. Y el ritmo de oposición no pasó de una tarea contestataria
que aspiraba a valorarse más por la dispersión de casos buscados para
desacreditar al gobierno que por la necesidad de esclarecerlos. Los
estrategas saben -¿u olvidaron?- que la dispersión
no contribuye a los posicionamientos.
Lo que dicen las encuestas
A sabiendas que el valor de las encuestas radica en la
demostración de datos sobre percepciones en momentos y contextos bien
definidos, nos basamos en la información recogida por diversas empresas
ecuatorianas especializadas en sondeos y análisis
político, para escudriñar en las dinámicas que contienen, así como para
reflexionar sobre la derivación de posibles tendencias.
En lo que va del proceso electoral, los datos que las empresas
encuestadoras han recogido en sucesivas consultas sobre la decisión del
voto, tienen escasas variaciones en las ubicaciones de los candidatos,
aunque sí presentan diferencias porcentuales
en estas bandas de ubicación[3]. Veamos:
Candidato
|
CIEES
(30 oct)
|
CEDATOS
(24 nov)
|
PDO
(3 dic) |
OPE
(3 dic) |
CMS
(11 dic)
|
MARKET
(13 dic) |
MARKET
(28 dic)
|
CEDATOS (29 dic)
|
Lenín Moreno
ALIANZA PAIS |
42
|
36
|
36.86
|
35.9
|
24.63
|
31.3
|
28.6
|
35.6
|
Guillermo Lasso
CREO – SUMA |
15
|
22
|
15.23
|
17.4
|
12.89
|
17.1
|
17.7
|
22.3
|
Cynthia Viteri
PARTIDO SOCIAL CRISTIANO |
9
|
10
|
12.33
|
7.5
|
7.27
|
17.4
|
19.3
|
10.9
|
Paco Moncayo
ACUERDO POR EL CAMBIO |
9
|
7.3
|
4.8
|
7.6
|
5.18
|
13.8
|
14.8
|
6.9
|
Abdalá Bucaram
FUERZA EC |
|
3
|
3.23
|
|
|
3.5
|
4.0
|
3.2
|
Iván Espinel
COMPROMISO SOCIAL |
|
1
|
1.28
|
|
|
1.2
|
0.9
|
0.8
|
Patricio Zuquilanda
PSP3 |
|
|
0.08
|
|
|
1.9
|
0.1
|
0.4
|
Washington Pesántez
UNION ECUATORIANA |
|
0.5
|
0.6
|
|
|
0.5
|
0.4
|
0.3
|
BLANCOS
|
|
|
|
|
|
|
6.6
|
2.7
|
NULOS
|
|
|
|
|
|
|
7.6
|
16.9
|
Fuente: Basado en “Resumen de las últimas encuestas presidenciales 2016”,
www.eleccionesenecuador.com/en cuestas-presidenciales-ecuador .php; y notas de prensa
La mayor evidencia que dejan los datos es que si las elecciones
fueran hoy, no existiría un ganador en primera vuelta puesto que ninguna
de las fórmulas logra mayoría absoluta ni diferencial suficiente. Según
los datos de la mayoría de las empresas
encuestadoras, pasarían a segunda vuelta Moreno – Glas como primera
opción y Lasso– Páez como la segunda. Solamente la empresa Market
sostiene que la contienda se daría entre Moreno-Glas y Viteri - Pozo;
aunque también el candidato Bucaram, sin mostrar información
respaldatoria, ha declarado que encuestas internacionales le asignan el
segundo lugar.
Como en muchos otros procesos electorales de todos los confines
del planeta, las empresas encuestadoras empiezan ya a evidenciar el rol
de actor político que suelen jugar en las contiendas, buscando
condicionar los votos con sus tendencias. Mucha
tinta va a correr sobre este tema.
La segunda evidencia radica en la notoria distancia que existe
entre la preferencia por el binomio oficialista Moreno–Glas y la de los
otros candidatos. El dato no es menor, especialmente tomando en cuenta
la cruenta y sostenida arremetida electoralista
y mediática[4] nacional e internacional en contra del gobierno del presidente
Correa, especialmente el último año.
Esta tendencia no varía en el recorrido del proceso previo a la
campaña proselitista, como se puede apreciar en el siguiente gráfico que
demuestra continuidades. De todas maneras, ocurren movimientos que
muestran sutiles tendencias: un estancamiento
en la preferencia por la fórmula de Alianza País; un leve incremento en
las candidaturas de Lasso y de Viteri que los mueven en sus propios
terrenos sin afectar la primera preferencia; y un evidente ascenso en la
preferencia por Paco Moncayo que de seguir
en ese ritmo podría mover el tablero existente.
En otros datos, es evidente que las candidaturas de Bucaram,
Espinel, Zuquilanda y Pesántez, cuya suma no llega al 6%, están en la
contienda solamente con la pretensión de lograr algunas curules en la
Asamblea, compitiendo con otras agrupaciones
que presentan candidaturas únicamente para la Asamblea, al margen de
los frentes presidenciales[5].
Un dato no reflejado en el gráfico, pero que tiene un decisivo
sentido en el comportamiento electoral, es el alto porcentaje del voto
indeciso, que el mes de septiembre alcanzaba el 61%, descendiendo
levemente al 57% el mes de noviembre y notoriamente
al 45.4% a finales del mes de diciembre según la empresa Market y al
47% según Cedatos.
¿Elecciones para qué?
La campaña proselitista empieza con tendencias bien definidas y estrategias fácilmente predecibles.
Por una parte, se evidencia que el terreno en el que se van a
mover las campañas está en la captación de adhesiones rescatadas del
alto porcentaje de los indecisos. No se han revelado todavía las
explicaciones conductuales de la (in)decisión
ciudadana, más allá de las encuestas que muestran que el 58% de los
jóvenes están en situación de indecisión, así como el 56% de los
empleados públicos y el 54% de las mujeres. Se tendrá que reflexionar
sobre el crecimiento de una clase media cuyas aspiraciones
también van en creciendo; así como sobre el importante contingente de
jóvenes que al inicio del primer gobierno del presidente Correa tenían 8
ó 10 años y que no tienen la vivencia comparativa con el pasado
neoliberal, sino con la esperanza de vida en un mundo
globalizado en el que quisieran al Ecuador jugando en los grandes
torneos.
Pero lo que prima en las explicaciones sobre la indecisión son
afirmaciones hipotéticas en las que se expresan las pretensiones
políticas. En esta línea, algunas agrupaciones afirman que se trata de
un sector de ciudadanos desencantados con el
gobierno del presidente Correa, por lo que los generalizan como
opositores. Otras interpretaciones enfatizan en las incertidumbres y
búsqueda de seguridades producidos por los efectos de una crisis
económica anudada a la baja del precio del petróleo. También
se habla de la existencia de un nuevo electorado. Y no faltan quienes
auguran que los niveles de indiferencia podrían condicionar un alto
ausentismo. En realidad se tendrá que reconocer que hay un poco de todo
esto y más y saber estrategar con cada uno de
sus componentes. La indecisión puede ser un terreno (in)fértil tanto
para la oposición como para el oficialismo.
Como fuere, la alta tendencia de indefinición y su lento descenso
en el proceso previo a la campaña proselitista, muestra que la
sensibilización y el posicionamiento de los candidatos no son
suficientes para influir en las opiniones ciudadanas.
Son situaciones como éstas las que definen que los procesos electorales
requieren de una combinación coherente entre candidatos, sus programas
de gobierno y sus modos de realización. Una cosa es evidente en estas
elecciones: los electores ecuatorianos no se
van a dejar encandilar por espejitos, sino que van a votar por
proyectos viables de país. El
voto blando y el voto flexible no se van a transformar
mágicamente por los efectos inoculadores de spots publicitarios, sino
que sus transiciones resultarán de una evaluación del gobierno de
Alianza País, y de la capacidad de su propio candidato, y de los otros frentes, para demostrar que pueden llevar al Ecuador peldaños arriba.
Alianza País, con el binomio Moreno–Glas entra
en la fase proselitista con la ventaja de un importante voto duro que
no disminuyó con las arremetidas anticipadas a la campaña. Como se sabe,
el voto duro se
destaca tanto por su valor numérico como político, dado que se trata de
la existencia de un voto comprometido, militante, con identidad,
compuesto por actores capaces de confrontar, movilizar, multiplicar
vocerías, entusiasmar y contribuir a sumar adhesiones.
El voto duro es el mínimo sobre el
cual, y con el cual, será posible edificar nuevas adhesiones, así éstas
no sean necesariamente militantes, sino recogidas persuasiva o
convenencieramente entre los cercanos, aliados,
posibles e indecisos. Este voto es también conocido como inercial y
retrospectivo[6].
Inercial porque es difícilmente modificable y retrospectivo porque las decisiones de futuro se comparan con juicios del pasado y sus parecidos contemporáneos.
En la perspectiva oficialista existe la posibilidad de sumar por diferenciación ya no sólo con el pasado reciente[7],
sino especialmente con los efectos de las medidas antipopulares que se
están tomando en la Argentina, Brasil y México y que provocan
movilizaciones de protesta ciudadana contra la base de la coincidente
promesa de la mayor parte de los grupos de oposición[8].
En la perspectiva de oposición, la comparación se produce ya hace
tiempo acudiendo especialmente a la crisis venezolana, así como los
enjuiciamientos a ex presidentes de Brasil y la Argentina, y también
mirando la propia gestión del actual gobierno.
Asentado en su voto duro del 37% Alianza País tiene el
desafío de ganar en primera vuelta, con estrategias de afirmación y de
ampliación. Ésta es la tarea –difícil- que le corresponde a Lenin Moreno
que deberá saber combinar su
carisma dialogal y conciliador con la búsqueda del reencantamiento en
la revolución ciudadana.
La tarea de las otras agrupaciones tiene también el derrotero de
buscar sumar adhesiones ciertamente desde una base menos representativa,
pero no por ello menos importante. Para Lasso, Viteri y Moncayo,
candidatos que podrían aspirar a entrar
en segunda vuelta, es estrategia obligada saber articular sus promesas
de país con las exigentes aspiraciones ciudadanas. Pareciera que la
fórmula empleada para desacreditar al gobierno con la denuncia de casos
de fuerte corrupción de funcionarios allegados
al régimen no logra los resultados que pretenden, porque el terreno de
la duda se extiende también sobre ellos. Siendo así, recursos como el
voto clientelar -que suele motivarse por compromisos expectantes-; o el desarrollo de una previsible
guerra sucia; o el voto castigo (“es tiempo de cambiar”)
tendrán que dimensionarse no sólo como fórmulas adecuadas sino también
porosas. Por otra parte, en su afán por ganar adhesiones del terreno de
los indecisos, las agrupaciones
de oposición tendrán que competir inevitablemente entre ellas y ya no
tan solo contra la fórmula oficialista.
Una estrategia inocultable en varias agrupaciones es que están
participando en la contienda electoral no con fines presidenciales sino
asambleístas. Inspirados acaso en la experiencia brasilera y venezolana,
y sobrevalorando el rol decisorio
de sus parlamentos, aspiran a una importante composición parlamentaria
de oposición para articular acciones de debilitamiento del régimen,
contraponiendo el poder legislativo al ejecutivo. La pregunta que se
debe plantear en estas condiciones es, si dada la
fuerte fragmentación de los grupos de oposición, será una acción
mecánica e inercial la unidad opositora, o si ésta será maleable a
flexibles acuerdos y consensos transitorios o duraderos.
En una mención especial, no deja de llamar la atención la
candidatura de Paco Moncayo no sólo por ser el único representante de
oposición situado en la centro-izquierda, sino porque pareciera
opcionado para resultados más ambiciosos de los que
está demostrando su estrategia. Deja la impresión que no apunta más
allá de la búsqueda de un buen
staff de asambleístas, cuando podía estar lidiando por la segunda posición que lo ponga en segunda vuelta.
Estas pinceladas muestran un trayecto del proceso electoral, que
ya va ganando en los medios y en las calles presencias y agendas más
definidas por los candidatos.
Quito, 4 de enero de 2017
[2]
Datos de la empresa Cedatos por encuesta del 29 de diciembre de 2016
[3]
Véase especialmente los datos de la empresa CMS realizada el 11 de
diciembre, que reduce notoriamente las frecuencias porcentuales mas no
así las ubicaciones.
[4]
Ha aparecido en escena un autocalificado y sui géneris sistema
de “investigación periodística” que filtra datos sobre diversos temas en
los que se quieren demostrar destapes de casos de corrupción
gubernamental, con exposición de datos y entrevistas
a recurrentes analistas multitemáticos.
[5]
Por ejemplo Concertación Nacional Democrática de César Montufar y
Avanza de Ramiro González, dos agrupaciones que tras el fallido intento de un solo frente de
Unidad anticorreista optan por presentar de propia cuenta candidatos a la Asamblea, para reintentar allá espacios de coincidencia.
[6]
INEP, Diccionario electoral
[7]
El presidente Correa juega frecuentemente con esta característica diferenciadora con el pasado neoliberal
[8]
A propósito, los medios privados muestran poco sobre estas realidades
- Adalid Contreras Baspineiro
Boliviano radicado en Quito. Ex Secretario General de la Comunidad Andina - CAN