Raúl Zibechi
ALAI AMLATINA, 28/11/2014.- En la alianza estratégica entre China y
Rusia está el epicentro del nuevo orden mundial. Entre ambas están
siendo capaces de arrastrar a Eurasia, siendo la principal señal del
declive de Occidente y, de modo muy particular, de los Estados
Unidos.
“ASIA PARA LOS asiáticos” se titula el artículo de la prestigiosa
Foreign Affairs, donde Gilbert Rozman explica que la amistad
chino-rusa llegó para quedarse. No se trata de un artículo
cualquiera, escrito por un periodista del montón en un medio de
segunda fila. Rozman es profesor de sociología en la Princeton
University, autor de numerosos ensayos y libros sobre Asia,
incluyendo su último “El pensamiento estratégico chino hacia Asia”
(1).
Ambas potencias comparten algunas visiones que Rozman detalla: “han
desafiado el orden internacional, apoyándose dándose mutuo respaldo
diplomático para enfrentar sus problemas en Ucrania y Hong King”;
comparten una “identidad nacional por la que se definen en oposición
a Occidente”, y, lo que quizá sea más relevante, “están de acuerdo
en que el orden geopolítico de Oriente debe oponerse a Occidente, lo
que ha acercado significativamente las relaciones bilaterales”
(Foreign Affairs, 29 de octubre de 2014).
La mayoría de los analistas occidentales, buena parte del público y
hasta las elites políticas, sobreestiman las tensiones
sino-soviéticas durante la guerra fría y no toman en cuenta que
“desde 1990 las autoridades de Rusia y China han lamentado aquellas
tensiones”. Ahora las cosas han cambiado considerablemente, ya que
Rusia no quiere, ni puede, ser el socio dominante de la relación.
“Ambos han acusado a Estados Unidos de seguir con una mentalidad de
guerra fría agresiva, tratando de contener sus legítimas ambiciones
en sus regiones”, destaca Rozman.
Seis son las razones que considera para afirmar que la alianza
ruso-china será duradera. Primero, sienten “orgullo de la era
socialista”. Dos, hacen hincapié en “sus diferencias históricas con
Occidente”, ya que ambas naciones fueron víctimas de los diversos
imperialismos. Tres, rechazan el modelo económico que entró en
crisis en 2008, al que “consideran inferior a sus propios modelos”.
Cuatro, estrechan relaciones como forma de hacer frente a las
actuales amenazas externas. Cinco, están del mismo lado en las
principales disputas globales. Seis, “hay campañas oficiales en
ambos países para promover la identidad nacional”.
Dos cumbres, un triunfador
La cumbre Asia Pacífico, o Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC),
de la que los medios occidentales destacaron el gesto de Vladimir
Putin de colocarle el abrigo a la esposa de Xi Jinping, fue un paseo
chino. Los 21 países de APEC reunidos del 8 al 10 de setiembre
respaldaron la creación de la Zona de Libre Comercio Asia-Pacífico
(FTAAP, por sus siglas en inglés) en lo que Xi Jinping definió como
“una decisión inscrita en la historia” (South China Morning Post, 11
de noviembre de 2014).
Según el diario, Washington habría presionado a Beijing para
restarle importancia a la FTAAP, pero Xi elevó la apuesta, definió
una “hoja de ruta” para la zona de libre comercio asiática y asestó
un golpe mortal a la Alianza Transpacífico impulsada por Estados
Unidos, que contempla sólo a doce países y excluye a China. Es que
las 21 economías agrupadas en APEC representan más de la mitad del
comercio mundial. Además, algunos aliados decisivos de Washington,
como Japón y Malasia, rechazan el acuerdo Transpacífico porque no
están dispuestos a abrir sus sectores agrícolas.
Como apunta Pepe Escobar, China avanzó en “una estratega
multilateral” que incluye no sólo el comercio sino la energía, las
finanzas y la tecnología militar. La propuesta de Xi de
“conectividad en todos los niveles” para los países de
Asia-Pacífico, supone una pesada inversión en infraestructura. Para
ello, la creación del Banco Asiático de Inversiones en
Infraestructuras basado en Beijing (creado en octubre por 22 países
de la región), da un primer paso con la aplicación de 50.000
millones de dólares para lubricar la conectividad. “Es la respuesta
de China a la negativa de Washington a darle una voz más
representativa en el Fondo Monetario Internacional, que actualmente
es de un irrisorio 3,8 por ciento”, recuerda Escobar (Asia Times, 14
de noviembre de 2014).
Ciertamente, que la primera economía del mundo (según un reciente
informe del FMI basado en la paridad de poder adquisitivo) tenga una
representación marginal en los principales organismos financieros
del mundo, no sólo parece un insulto sino que empuja a todos los
llamados “emergentes” a buscar alternativas fuera de la actual
arquitectura financiera global.
La cumbre de la APEC dejó otras noticias no menos importantes. China
anunció la liberación de 40.000 millones de dólares para comenzar la
construcción del Cinturón Económico de la Ruta de la Seda, tanto la
terrestre como la marítima. Se trata de una red de trenes de alta
velocidad, puertos, ductos de gas y petróleo, cables de fibra óptica
y telecomunicaciones que empresas chinas ya están construyendo para
conectarla con Rusia, Irán, Turquía y el océano Índico, llegando a
las principales ciudades comerciales europeas, como Berlín,
Rotterdam Duisburg y Venecia.
China y Rusia firmaron un segundo mega-acuerdo energético para la
llegada de gas de Siberia, luego del rubricado en mayo pasado. El
intercambio no será en dólares sino en rublos y yuanes. La
cooperación financiera entre ambas potencias es creciente. El banco
ruso VTB anunció la posibilidad de dejar la Bolsa de Londres y
trasladarse a la de Shanghai, mientras gigantes rusos de la energía
comienzan a operar en Hong Kong (Asia Times, 14 de noviembre de
2014).
Un alicaído G-20
Además, China firmó un acuerdo de libre comercio con Corea del Sur,
uno de los más importantes aliados de Estados Unidos en Asia. El
comercio bilateral asciende a la fabulosa cifra de 228.000 millones
de dólares y seguirá creciendo. Un reciente informe del Instituto
Petersen de Economía Internacional, basado en Estados Unidos,
sostiene que “las monedas de Corea del Sur, Indonesia, Malasia,
Singapur y Tailandia están más estrechamente conectadas con el yuan
chino que con el dólar estadounidense” (Diario del Pueblo, 21 de
octubre de 2014).
La segunda cumbre, la del G-20 realizada en Brisbane (Australia) el
15 y 16 de noviembre, días después de la de Beijing, fue un fracaso.
El reto principal consistía en iniciar la reforma de las
organizaciones internacionales, pero el Congreso de los Estados
Unidos (dominado por los republicanos) sigue bloqueando cualquier
reforma del FMI para dar mayor poder a los países emergentes.
El resultado ha sido que “los BRICS toman el control de la agenda
del G-20”, buscando soluciones técnicas al bloqueo parlamentario
estadounidense (Geab N° 89, 17 de noviembre de 2014). La cumbre tuvo
sus momentos borrascosos. Mientras los cinco países BRICS hicieron
su propia minicubre en la que exigieron cambios en los organismos
financieros globales, los aliados de Washington escenificaron la
crítica al presidente Vladimir Putin, quien en cierto momento
abandonó la reunión, de forma intempestiva.
Según el analista Alfredo Jalife, quien cita a la embajada rusa en
Canberra, la retirada de Putin “se debió a las amenazas de muerte
que planeaban sobre su cabeza, lo cual llevó a que Rusia hubiese
colocado sus barcos de guerra –el crucero de misiles guiados Varyag
y el destructor Mariscal Shaposhnikov– cerca de las costas
australianas” (La Jornada, 19 de noviembre de 2014).
Lo cierto es que el éxito de la cumbre de Beijing contrasta con las
rispideces y el fracaso en Brisbane, donde la retórica sustituyó los
acuerdos y, sobre todo, los demandados avances en el desbloqueo del
sistema financiero. Las razones hay que buscarlas tanto en el avance
consistente de la economía y la diplomacia chinas, que ofrecen más y
mejor libre comercio, en contraste con la cerrazón de Washington,
una potencia que luego de las elecciones parlamentarias quedó
entrampada entre un gobierno demócrata y una mayoría republicana en
el Congreso que defienden políticas antagónicas en muchos aspectos.
El órgano oficial chino Diario del Pueblo sostiene que la zona de
libre comercio de Asia-Pacífico, creada en la cumbre APEC, contrasta
con las “negociaciones de comercio multilaterales estancadas en la
Organización Mundial de Comercio (OMC)”. Apuesta a que la región se
convierta “en un paradigma del libre comercio global, lo cual podría
cambiar el paisaje económico no sólo de Asia-Pacífico, sino del
resto del mundo”. Y agrega: “Como bloque importante de la
cooperación regional, la APEC cuenta con ventajas sobre la OMC en el
establecimiento de estándares de una forma más creativa y flexible”
(Diario del Pueblo, 13 de noviembre de 2014).
En suma, Asia-Pacífico no es sólo el motor de la economía mundial y
el centro del comercio global, sino la región más atractiva e
innovadora del mundo.
Moneda y armas
En los hechos, “la agenda internacional de la globalización está
siendo liderada por China”, sostiene el Laboratorio Europeo de
Anticipación Política (Geab N° 89, 17 de noviembre de 2014). Uno de
los aspectos menos visibles de ese liderazgo consiste en el
constante crecimiento del yuan, moneda que tiende a
internacionalizarse ganando espacios al dólar.
El problema, como señalan los economistas Ariel Noyola y Oscar
Ugarteche, miembros del Observatorio Económico de América Latina, es
que la internacionalización del yuan y la desdolarización global son
un mismo proceso. Inevitablemente conflictivo. Quizá por eso China
apuesta a un avance paso a paso, lento, eludiendo confrontaciones.
Ya son 40 los bancos centrales del mundo que tienen reservas en
yuanes, además de las monedas tradicionales. El Banco Popular de
China ha firmado swaps bilaterales con 25 bancos centrales. “Fuera
del continente asiático el yuan ha conseguido apoyos importantes en
Europa”, señalan Noyola y Ugarteche (Alai, 21 de octubre de 2014).
La City de Londres, Francfort, Paris y Luxemburgo son plazas
abiertas al yuan. Londres realizó la primera emisión de bonos
soberanos en yuanes fuera de China. El Banco Central Europeo llegó a
un acuerdo de swaps cambiarios en yuanes por 57.000 millones de
dólares.
Rusia ha encontrado en China no sólo un aliado sino “un socio
estratégico como consecuencia de las sanciones económicas impuestas
por Occidente”, apuntan los economistas. En América Latina son
Brasil y Argentina los que ya tienen swaps cambiarios en yuanes por
más de 40.000 millones de dólares.
Además, China estableció la Plataforma de Negociación de Divisas que
permite establecer centros de liquidación directa para facilitar el
uso del yuan. Al utilizar las monedas nacionales se reducen los
costos de conversión, lo que permite a Beijing, en palabras de
Noyola, “reducir los efectos negativos del derecho de señoreaje del
dólar sobre los flujos globales de capital”, además de avanzar hacia
la construcción de “un sistema monetario multipolar” (Alai, 7 de
octubre de 2014).
Siguiendo los pasos de Rusia y Londres, ahora Canadá llegó a un
acuerdo con China para el intercambio en yuanes, un país fronterizo
y aliado de los Estados Unidos. La diferencia con los casos
anteriores, empero, es grande: “Esta vez los chinos no han tenido
que ir hasta ellos, sino que son ellos (los canadienses) los que se
han desplazado” (Geab N° 89).
Por último, está la cuestión militar, terreno en el que la
cooperación ruso-china va en rápido aumento. El ministro de Defensa
ruso, Serguéi Shoigú, en su visita a China, destacó que la
cooperación militar entre ambos países alcanzó “un carácter
estratégico”. El titular de Defensa ruso informó que Rusia y China
acordaron llevar a cabo en 2015 ejercicios navales conjuntos, tanto
en el Pacífico y como en el Mediterráneo (Russia Today, 18 de
noviembre de 2014).
Moscú venderá a China sistemas de defensa S-400 y más adelante
S-500, capaces de blindar la defensa del país asiático. En tanto,
Beijing ha desarrollado misiles anti-navío, capaces de destruir
portaaviones y desafiar la marina estadounidense, lo que permite
intercambios entre ambos en el área super sensible de la tecnología
militar (Asia Times, 14 de noviembre de 2014).
El periódico estadounidense The Nation asegura que Obama “ha perdido
el ímpetu” en su política de “giro a Asia”, al tiempo que el
presidente ruso Putin y su homólogo chino Xi, causan un impacto
mayor en los asuntos mundiales. Una de las consecuencias de esta
postura debilitada del presidente ha llevado, según apunta el
periódico, a una presencia “torpe” en las cumbres en el Extremo
Oriente. Al mismo tiempo, su homólogo ruso ha sido designado como la
persona más poderosa del mundo por la revista Forbes por segunda vez
en dos años consecutivos, “eclipsando a Obama en casi todos los
aspectos del liderazgo mundial” (The Nation, 14 de noviembre de
2014).
Más allá de Obama, el problema es cómo la superpotencia está
encajando su declive. Apenas finalizaron las cumbres de Beijing y
Brisbane, miembros del Pentágono apuntaron hacia la necesidad de
intensificar la modernización de las fuerzas armadas. “Si no
llegamos a un equilibrio pronto será demasiado tarde y sufriremos
las consecuencias”, advirtió el vicepresidente del Estado Mayor
Conjunto, almirante James Winnefeld, en un discurso pronunciado en
una reunión con los legisladores y representantes del sector
industrial militar en la Biblioteca Ronald Reagan cerca de Los
Ángeles (Reuters, 15 de noviembre de 2014).
Otros funcionarios de la defensa, apuntaron en la misma dirección.
El problema es que la economía no deja margen para seguir el ritmo
de las inversiones que mantienen sus competidores. Los militares
sienten que están siendo sobrepasados en la guerra electrónica y
antisubmarina, por poner apenas dos ejemplos, en las que “vamos a
quedar obsoletos en el futuro por el simple hecho de que no
invertimos en ellas”.
Nota
1) Chinese Strategic Thought toward Asia, Macmillan, 2010.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La
Jornada. Integrante del Consejo de ALAI.
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