Sergio Martín Carrillo
ALAI AMLATINA.-
Hace un par de semanas escribía sobre como América Latina se
había convertido en la principal región en la construcción de la
multipolaridad en el Sistema Internacional[i].
En esa construcción, sin duda alguna, jugaba un papel fundamental las
nuevas orientaciones políticas y económicas que emanaban de lo que
venimos denominando como regionalismo postneoliberal. Estos procesos de
integración debían ayudar a consolidar los grandes
cambios políticos, económicos y sociales acaecidos durante la última
década, sin embargo, podemos observar que durante el último año, los
procesos de integración regional y concertación política surgidos de la
orientación política en la región durante la última
década y media, están también en disputa.
El
primero de los factores a tener en cuenta es el del cambio en la
correlación de fuerzas en la región. El retorno de fuerzas políticas de
derechas a algunos países de la región ha
afectado sin ningún tipo de dudas al equilibrio de poder en la misma.
Argentina y Brasil, las dos economías más grandes de América del Sur,
han cambiado durante el último año a sus respectivos gobiernos. A esto
podemos unir la difícil situación que atraviesa
Venezuela a nivel interno, que ha impedido que Venezuela siga
ejerciendo el liderazgo en la construcción regional tal y como lo había
hecho durante la década anterior
Estos
cambios al interior de los países, han tenido sus efectos en buena
parte de los procesos de integración postneoliberal en la región. La
UNASUR está sufriendo un debilitamiento
paulatino y deliberado por parte de algunos países. Hasta
hace poco tiempo, la UNASUR, era el principal mecanismo que apoyaba al
mantenimiento del orden democrático y constitucional en los países de la
región, habiéndose quedado actualmente
en un segundo plano ante los intentos desestabilizadores en Venezuela y
la destitución de Dilma Rousseff. La UNASUR a través de la Secretaría
General ha levantado la voz, sí, pero ya no ha contado con el apoyo
unánime del resto de los Presidentes.
Por
su parte, el MERCOSUR, parece querer volver a sus orígenes. Aquellos
orígenes que en 1991 estaban claramente marcados por el auge del
neoliberalismo en la región. Muestra de esto
ha sido la paralización durante varias semanas del traspaso de la
Presidencia Pro Témpore (PPT) a Venezuela, el retorno a la negociación
del Tratado de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea (UE) y la cada
vez mayor sintonía con la Alianza del Pacífico.
La CELAC, el foro que consigue aglutinar a todos los países del
continente con las excepciones de EEUU y Canadá, también sufrió con la
inasistencia de ciertos líderes a la última Cumbre presidencial que se
celebró en enero de este año en Quito.… Acontecimientos
que, si bien no buscan derrumbar los procesos, sí bajar su perfil o su
orientación política.
El
segundo de los factores que puede estar detrás de este debilitamiento
de los procesos de integración es el marcado carácter intergubernamental
de los mismos. Es cierto que la supranacionalidad
de todas las instituciones se ha mostrado perjudicial cuando no existen
las condiciones sociales, económicas y políticas de cohesión entre los
países. Sin embargo, junto con el intergubernamentalismo para la toma de
decisiones que afectan a la soberanía de
cada uno de los países, es necesaria la creación y fortalecimiento de
otras instituciones de carácter supranacional en aquellos ámbitos en que
la heterogeneidad de los países no ponga en riesgo a la soberanía
nacional.
Este
tipo de instituciones ayudarían a construir ciertos mecanismos de
irreversibilidad relativa que permitan lidiar con los intentos de
debilitamiento de alguno de los países miembros.
Algunas de las instituciones que se hacen necesarias en la región son:
el Banco del Sur y del Fondo del Sur; mecanismos para la resolución de
controversias a nivel regional y que no estén al servicio de los grandes
capitales; creación de una Agencia Pública
de Calificación que no esté a merced de los intereses especulativos; el
fortalecimiento del comercio intrarregional con mecanismos propios como
el SUCRE; y la ampliación o profundización de los proyectos y las
empresas grannacionales.
Estas
instituciones, a su vez, ayudarían a avanzar en otro de los grandes
déficit de la integración postneoliberal y que constituye el tercer
factor identificado de debilidad: la falta
de integración productiva regional y concreción de una inserción
diferente en la economía mundo. Se ha conseguido romper con el sofisma
de la apertura comercial como punta de lanza de la integración regional,
y en los discursos políticos han abundado las referencias
al cambio de la matriz productiva y la complementariedad productiva
entre los países de la región. Sin embargo, la realidad es que no se ha
conseguido avanzar sustancialmente en la ruptura del modelo primario
exportador y dejar atrás la tradicional División
Internacional del Trabajo que ha condenado a los países de la región a
su posición periférica.
La
integración o complementariedad productiva, así como ciertas
instituciones supranacionales, permitirían la creación de resistencias
frente al intento de
tabula rasa que persiguen los gobiernos neoconservadores en la
región. Es rompiendo con las lógicas de la dependencia como se construye
soberanía. La complementariedad productiva a nivel regional, frente a
la competencia y el comercio desigual
extraregional, deben cimentar la construcción de un verdadero polo de
poder en la región, ya no sólo a nivel político, sino acompañado de un
fortalecimiento equilibrado del rol de los países de la región en la
economía mundial.
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