Adalid Contreras Baspineiro
Podrían, pero no son OVNIS
ALAI AMLATINA, 04/08/2016.- OPNIS u
Objetos Políticos No Identificados, es una sigla acuñada por
Denis-Constant Martin para significar las expresiones mediante códigos
simbólicos y lenguaje político por parte de los poderes y los partidos
que encapsulan sus ejercicios en recipientes
de cristal desde donde ven y se los ve, lejanos... y misteriosos.
Por
estos sentidos que le calzan como anillo al dedo, el apelativo de OPNIS
se suele emplear para caracterizar los esquemas de integración,
espacios de ejercicio permanente de un
poder concertado que nos ve y lo vemos, lejano, en recipientes que los
han atrapado tradicionalmente en el “mundo vip” de las relaciones
internacionales. Ciertamente, los OPNIS, digo los esquemas de
integración del continente, pese a los esfuerzos que hacen
para visibilizarse y apropiarse, para la mayoría de los ciudadanos de a
pie pertenecen todavía al mundo de las “rarezas”. ¿Por qué? Entre otras
razones porque no operan hacia adentro de las dinámicas nacionales, es
decir que no se hacen parte del día a día
de los aconteceres nacionales, dado que su espacio de realización está
más bien en el de las representaciones diplomáticas, fronteras para
afuera.
Los
OPNIS, demás está decirlo, tienen en el desarrollo latinoamericano una
importancia fundamental, mucho más significativa de la que se le
presume, al punto que no sería errado afirmar
que no es posible conceptualizar el desarrollo de los países de la
región, ni del continente, sin reconocer los roles que juegan los
llamados sistemas, o bloques, o esquemas de integración regional y
subregional. Y más certera aún la afirmación que no existe
un futuro posible para América Latina y el Caribe sin integración.
Si
la diversidad característica del continente permitiera hablar de la
existencia de una formación social latinoamericana-caribeña, ésta no
podría caracterizarse ni en su pasado ni
en su presente ni en su futuro, sin definir el papel político-económico
articulador que juegan en su estructuración esquemas de integración
territorial como la CAN, MERCOSUR, SICA, CARICOM, UNASUR y CELAC; o
sistemas de cooperación supra-territorial como OTCA,
Alianza del Pacífico o ALBA; y también entidades continentales
articuladoras de idearios comunes como es ALADI en el ámbito del
comercio.
Multi-OPNIS
El
regionalismo latinoamericano es profuso y complejo tanto porque para
una inmersión en él es necesario respirar desde el manejo de las siglas
de los diferentes esquemas y sistemas
que lo componen conviviendo en su diversidad; cuanto porque para
entenderlo es preciso un juego de articulación entre las dinámicas que
imprimen las políticas nacionales en proyectos comunes y los movimientos
de las políticas continentales que marcan los límites
y posibilidades de los desarrollos nacionales y los integracionistas.
Además, siendo los OPNIS productos y productores de procesos políticos,
tienen que explicarse, necesariamente, en sus cambiantes contextos
históricos.
Si
consideramos el contexto continental actual, cuyas características se
corresponden –además- con el contexto global, mundial, y cuya
combinación incide en las posibilidades e imposibilidades
integracionistas, debemos mencionar como uno de los elementos
característicos de estos tiempos el de la multipolaridad, dimensión por
la que el mundo se abre a la posibilidad de una multiplicidad de
relaciones bilaterales entre países o entre estos y sistemas
de integración de los cinco continentes. Estas relaciones, reforzadas
por la reivindicación de las decisiones nacionales soberanas, pueden
realizarse –y se realizan- sin la obligatoria mediación de los esquemas
integracionistas. Los Tratados de Libre Comercio
(TLCs) y el Convenio Multipartes entre la Unión Europea, Colombia y
Perú, son una clara expresión de esta característica: se mueven en
relaciones bilaterales que no solo saltan por encima sino que para
legitimarse incluso desgarran las institucionalidades
integracionistas, obligándolas a flexibilizaciones en su acumulado
normativo para admitir relaciones nacionales individuales con terceros.
OPNIS soberanos
Podríamos
afirmar que el mundo, que necesita más que nunca de procesos
convergentes entre países, paradójicamente se ha vuelto permisivo a las
soberanías nacionales que son un producto
de la afirmación nacional en decisiones propias y autónomas respecto a
las condicionalidades de los poderes mundiales. Esto sin duda es
enaltecedor para nuestros países, pero debe tener un procesamiento
especial en su relación con los OPNIS, porque su operatividad
conlleva un aligeramiento de las iniciativas de integración profunda
para dar paso a visiones de la integración en su dimensión de pactos
pragmáticos dirigidos especialmente a reforzar los desarrollos
nacionales endógenos, minimizando así el rol de representación
colectiva en las relaciones con terceros. En las estructuras
institucionales los esquemas intergubernamentales se sobreponen a los
supranacionales y los “brexits” sugieren transiciones desde las
pertenencias hacia las ausencias, o desde los pactos integracionistas
hacia pretendidas autosuficiencias nacionales.
A
la imagen y medida de las posibilidades de cada país, las soberanías
nacionales han sido la forma de respuesta de nuestros Estados a las
vulnerabilidades que se generan por los
impactos de la crisis internacional. Las distintas fórmulas aplicadas
en el continente han permitido construir importantes escudos de
resistencia y, en algunos casos, ponderables niveles de crecimiento y
desarrollo de políticas sociales y ambientales. Hizo
falta mayor integración para adoquinar con sostenibilidad el camino de
la prosperidad y del Vivir Bien/Buen Vivir.
Como
se sabe, el mercado internacional energiza su maquinaria para la
eternización de nuestra condición de exportadores de materias primas y,
en consonancia, los poderes internacionales
presionan política y financieramente para una reprimarización de
nuestras economías.
Aun así, nuestros países han logrado meritorios avances en
la reducción de la pobreza y algunos han logrado sentar las bases para
el cambio de sus matrices productivas y energéticas. Estas inéditas
políticas inclusivas se han sabido reflejar
en los esquemas integracionistas configurando un beneficioso cambio de
paradigma, que gira de un regionalismo abierto estrictamente comercial a
otro de integración integral, de carácter multitemático y
multidimensional con atención de políticas convergentes
en el ámbito social, cultural, ambiental y político. Estos esquemas han
permitido además, como nunca, inaugurar la búsqueda creativa de formas
de participación de los pueblos y las organizaciones ciudadanas en la
integración.
OPNIS heterodoxos
Por
décadas, las pertenencias de los países de la región a los sistemas de
integración se han movido en fidelidades de pertenencia a un solo
esquema, dándose por ejemplo que un país
miembro de la CAN no puede serlo al mismo tiempo del MERCOSUR o
viceversa, salvo como país asociado. En nuestros tiempos, las
militancias integracionistas se han abierto en un abanico de
bifurcaciones que hacen posible la doble o la triple o la
multipertenencia
en esquemas naturalizados por su vecindad territorial y/o en sistemas
de convergencia temática, sectorial o ideológica. Es así por ejemplo que
el Estado Plurinacional de Bolivia está legitimando su pertenencia a
MERCOSUR sin dejar de pertenecer a la CAN, a
pesar de ser dos uniones aduaneras distintas. En otros ámbitos, países
miembros de ALBA son observadores de la Alianza del Pacífico, o países
suramericanos se asocian a los esquemas centroamericanos y caribeños, o a
la inversa.
¿Es
esto bueno o malo?, ¿fortalece o debilita la integración? Pienso que
los juicios no deben hacerse desde la perspectiva de la calificación o
la descalificación, sino desde el reconocimiento
que éstas son las formas que nuestro continente se está dotando para
labrar su trabajosa convergencia. No olvidemos que somos un continente
que nace a la vida republicana fragmentado; que las guerras
independentistas no lograron forjar una sola gran nación;
y que no es sino hasta entrado este siglo que los esfuerzos de unidad y
de visualización de la Patria Grande son más evidentes, especialmente
con la creación de UNASUR y la CELAC, sistemas que están tercamente
formando un espíritu de reconocimiento y pertenencia
a una ciudadanía suramericana y latinoamericana-caribeña agregada a las
identidades nacionales.
¿Para dónde vuelan los OPNIS?
Hoy
por hoy, el péndulo de la historia se inclina hacia el manejo de los
poderes por las corrientes conservadoras, que en su afán por construir
hegemonía asumen los procesos integracionistas
con concepciones tradicionales que los encasillan en fines y acciones
estrictamente comerciales con facilitaciones regionales de conveniencia
mutua en políticas arancelarias, zonas de libre comercio, mercados
comunes y uniones aduaneras. Para el regionalismo
latinoamericano-caribeño, que había ganado en una tipología integral,
este proceso conservador es inercial y de retorno no solo a un modelo
aperturista que a pesar de sus fracasos sigue creyendo en las bondades
del progreso y del crecimiento para el “chorreo”
de excedentes, sino también porque la univocidad de este discurso
tiende a secundarizar la existencia de otras cosmovisiones y políticas
de Estado que habían amoblado las salas de decisiones con un espíritu
integracionista basado en el pluralismo.
Sin
lugar a dudas, los OPNIS, que ya empezaban a ganar visibilidad, podrían
someterse a un proceso regresivo que tendrán que saber sortear, primero
preservando sus acervos normativos,
y siempre poniendo en el horizonte la integración como camino y destino
para que nuestro continente se sitúe como actor protagónico en los
espacios donde se deciden los destinos del planeta. Ya existen
manifestaciones de posibles regresiones. Un caso reciente
es la pretensión de desconocer el Tratado de Asunción y el Protocolo de
Ouro Preto para impedir la Presidencia Pro Témpore de MERCOSUR en
responsabilidad de Venezuela, siguiendo un sistema de rotación semestral
por orden alfabético. Se buscan justificativos
en la crisis venezolana, cuando son medidas que develan inocultables
afanes regresivos con excesivo ideologismo que, por lo visto, no
dudarían en desbordar el andamiaje ni desandar los caminos acumulados
por los OPNIS.
Pero
bueno, el péndulo se inclina pero no se vuelca a un solo lado, pues los
actores caminan la historia en distintas direcciones que se suelen
encontrar en puntos de convergencia.
Estos son los puntos donde se tejen las solidaridades integracionistas.
Países, pueblos, políticas nacionales y esquemas integracionistas hacen
el equilibrio. Existe un acumulado que no tiene retorno sino
proyección, UNASUR es un buen ejemplo de esta consistencia:
es un foro reconocido de consensos democráticos en democracia; está
trabajando por una ciudadanía suramericana con derechos complementarios a
los nacionales; propone articulaciones plurales en cadenas sociales de
valor; vela por la seguridad y la defensa de
la región; articula físicamente por tierra, aire y ríos el Atlántico
con el Pacífico y el Caribe; vela por la vida en el planeta y la
preservación de nuestra identidad biodiversa; y del mismo modo que la
CAN, el SICA, ALBA y otros OPNIS, sostiene una diversidad
de iniciativas para la información y la inclusión de las organizaciones
ciudadanas en la construcción de su institucionalidad.
Existe
un acumulado que es menester preservarlo. Todo proceso regresivo en las
características del regionalismo integral de la integración
latinoamericana; todo intento de retorno
a la participación solamente de los agentes económicos ligados al
comercio; todo propósito de desandar la incorporación de los pequeños
productores y sus formas de organización económica en la integración;
cualquier mecanismo de secundarización de los procesos
de transformación productiva; cualquier intento de desconocimiento del
pluralismo basado en la diversidad; y todo propósito por debilitar
nuestros estadios superiores de integración estarán llevando el vuelo de
los OPNIS a una estratósfera inalcanzable para
ciudadanos y autoridades.
Por
el contrario, defender la integración latinoamericana y sus conquistas
alcanzadas; legitimar espacios de representación continental conjunta en
el escenario internacional; incluir
elementos de supranacionalidad en las institucionalidades
integracionistas; fortalecer los mercados comunes subregionales
avanzando en convergencias a otro regional y consolidar los resquicios
de participación de las múltiples organizaciones sociales representadas
en organismos continentales, podría convertir a los OPNIS en objetos
identificados, apropiados y también decididos en agendas comunes por sus
ciudadanos junto con sus autoridades.
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