domingo, 21 de febrero de 2016

¿Líderes fuertes hacen mal a la democracia?

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Emir Sader

ALAI AMLATINA, 17/02/2016.- La derecha tiene la obsesión de buscar 
destruir las imágenes de los grandes líderes populares de nuestro 
tiempo.  Argentina y Brasil, entre otros, conocen bien como esa obsesión 
se ha volcado hacia las imágenes de Perón y de Vargas, como si su 
liderazgo dañara a la democracia, en lugar de fortalecerla y legitimarla.

La derecha cree que la izquierda solo puede imponerse mediante 
liderazgos carismáticos, “populistas” en su lenguaje, que se erigirían 
como líderes mediante engaños, políticas de concesiones irresponsables 
del punto de vista macroeconómico, según ellos, sacrificando los 
intereses de la economía en función de su afirmación como líderes 
políticos.  Hay teorías tan absurdas como las que buscan afirmar que 
Argentina habría entrado en un período histórico de decadencia con 
Perón, en lugar de exaltar la formidable democratización social del 
período histórico del peronismo en el poder.

Ahora, cuando América Latina ha vuelto a desarrollar procesos de 
democratización social, a contramano de la hegemonía neoliberal en 
escala mundial, la derecha se empecina en atacar a los líderes de esos 
procesos, como si fuera un proceso que dependiera del liderazgo personal 
de ellos.  La destrucción de las imágenes de Lula, de Evo Morales, de 
Rafael Correa, de Cristina, según la derecha, frenaría la capacidad de 
esos países para seguir el camino de la democratización social.


Hay que preguntarse si ¿Argentina era más democrática con la dictadura 
militar o con los gobiernos neoliberales o con los Kirchner?  ¿El Estado 
tenía más legitimidad y prestigio con los militares o con la dictadura 
del mercado o cuando los derechos de la gente fueron reafirmados?

¿Bolivia era un país mejor, más estable, más democrático, con los 
gobiernos neoliberales de las dinastías blancas que dominaban un país 
mayoritariamente indígena o el prestigio del país, el apoyo popular, 
nunca fueron tan grandes como con Evo Morales?

Brasil, que era el país más desigual del continente, ¿es un país mejor, 
menos injusto, más integrado, que permite que la gente viva mucho mejor 
ahora o cuando los mercados y las grandes corporaciones privadas 
mandaban sin contrapeso en el país?

¿Ecuador vive el mejor momento de su historia bajo el gobierno de Rafael 
Correa o cuando era gobernado por las oligarquías representantes de las 
minorías?

Esos líderes populares han fortalecido las democracias en esos países, 
porque han integrado a las grandes mayorías, afirmando sus derechos, 
legitimando los Estados porque esas mayorías se sienten representadas en 
esos gobiernos, porque se han producido los períodos de más grande 
estabilidad y continuidad política bajo el liderazgo de esos dirigentes 
políticos.

¿Qué carácter tienen esos liderazgos populares?  El de representar, de 
forma directa, a los anhelos de la gran mayoría de la población, 
postergada por la política tradicional y sus formas corrompidas de 
elegir representantes, por el poder del dinero y de los medios de 
comunicación privados.

La derecha solo logra dirigentes fuertes, basados en la fuerza y en la 
represión, como en los tiempos de las dictaduras.  O presidentes con 
prestigio efímero, basados en planes económicos de corto plazo, 
promovidos por el marketing de los medios, hasta que caen 
inevitablemente en desgracia y sus nombres quedan asociados a lo peor 
que tiene la política.

Mientras tanto, los líderes populares logran contornar los mecanismos 
corporativos en que la derecha basa su poder –congresos electos sobre la 
base de campanas financiadas con mucha plata, medios de comunicación 
monopólicos, grandes empresas privadas, entre otros-, para expresar, de 
forma directa, las necesidades de la masa de la población marginalizada 
por aquellos mecanismos de poder de la derecha.  Por eso ganan tanta 
proyección, legitimidad, por ello gozan del apoyo popular que ningún 
líder de la derecha posee.

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