ALAI AMLATINA.-
América Latina y el Caribe, nuestra región, se encuentra atravesada en este momento histórico por inmensos desafíos.
Algunos son estructurales y permanentes. Pero
otros son, en cierta manera, nuevos, y exigen posicionamientos y
miradas para las que no estábamos ni estamos tan preparados.
La segunda década
del Siglo XXI nos encuentra en un continente en donde las desigualdades
se han profundizado de manera dramática.
Los esfuerzos de muchos gobiernos “populares” por impulsar
modelos distributivos como nunca antes había sido posible imaginar, se
han enfrentado contra el muro de intereses de sectores de las derechas
latinoamericanas que, desde la nueva articulación
entre grupos muy poderosos del Poder Judicial y los Medios de
Comunicación, han logrado frenar estos procesos y ponerles un límite muy
duro.
Ayudados por las
propias incoherencias e inconsistencias al interior mismo de los
sectores progresistas, están logrando torcer la historia hacia un modelo
económico neoliberal, que parecía haber
sido derrotado, con mayor contundencia que la que hoy estamos
comprobando.
Desde la epopeya
del “No al ALCA” a este escenario de “fortalecimiento del Tratado
Transpacífico (TTP)” han pasado –sólo– 10 años.
Todo es demasiado reciente como para poder sacar conclusiones permanentes.
Los cambios se están produciendo y nosotros estamos siendo protagonistas de los mismos.
Nos toca vivirlos como actores o espectadores.
Un proceso como el de Venezuela que está a la espera de su
resolución y que puede hacer variar sustancialmente cualquier predicción
de evolución de la situación regional.
O Brasil, que sufre un nuevo “golpe blando” a partir de
las presiones de los sectores más ricos que manejan la prensa y la
justicia, alterando “legalmente” los procesos democráticos.
O la situación del Perú, con una tremenda paridad en un
ballotage que ha dejado al gobierno constitucional con una debilidad que
hará muy compleja su gobernabilidad.
Y así siguiendo, por cada uno de los países de la región...
Por eso no es posible aventurarse aún con definiciones certeras a largo plazo.
Desarrollo para los pueblos
Las Redes de
Organizaciones de la Sociedad Civil que actúan en los campos de
incidencia a nivel global o regional procuran todas –cada una según su
especificidad– impulsar o monitorear los procesos
de Desarrollo de y para los pueblos.
Desde la Alianza
de Organizaciones por la Eficacia al Desarrollo-Regional América Latina y
el Caribe (AOED-ALC) nos toca, especialmente, monitorear los procesos
de la
Cooperación Internacional al Desarrollo (CID) e impulsar, desde
los distintos países y sectores que la componen, procesos que la
impliquen –a la CID– como actor central. Hoy es una tarea
particularmente compleja.
Por una parte, la
Cooperación Internacional al Desarrollo está viviendo también un momento
muy particular. El mundo, atravesado por contradicciones extremadamente
profundas y por formas de terrorismo
que se manifiestan con un poder inusitado y una lógica despiadada, a la
vez que muy difícil de neutralizar, está generando escenarios
imprevisibles respecto de Europa, con migraciones inmensas de
poblaciones que buscan refugio y mínimas seguridades en los
países centrales.
Esta situación, entre tantas otras, ha terminado de poner en jaque a la llamada “Cooperación Internacional”.
Los países centrales miran para “adentro” de sí mismos y
esto pone en evidencia cada vez más descarnadamente que, cuando se
proponen cooperación “para afuera”, salvo honrosas excepciones, se trata
de operaciones interesadas en promover
el comercio internacional con otros países.
Poco a poco, la
“Cooperación” se ha centrado en las ayudas a los países que sufren
catástrofes humanitarias o naturales. La lógica de la Cooperación
Internacional al Desarrollo va quedando cada
vez más relegada y empequeñecida.
Se impulsa la
“Cooperación Sur-Sur”, pero con una clara intencionalidad de dejar en
manos de los países que ahora son “emergentes” o “de Renta Media”, sus
propias posibilidades y necesidades de
desarrollo. Más allá de los discursos que hacen valorar
estas iniciativas y reconocer muchas virtudes de esta cooperación, la
búsqueda de desligarse de las responsabilidades por el desarrollo de los
países no centrales, va quedando cada
vez más claro en el escenario internacional.
Por otra parte,
la crisis financiera internacional que afecta a todo el planeta de
diversas formas, pero en especial a los mismos Estados, que están
riesgosamente endeudados unos con otros, hasta niveles que ya no son
sustentables, hace mirar al llamado “Sector Privado”
como un actor decisivo para poder alcanzar algunos niveles de
desarrollo. Este Sector, beneficiado hasta el escándalo por las
políticas internacionales que él mismo impone, encuentra en el lucro y
la especulación –y no en la solidaridad– su motor fundamental.
Difícilmente será el socio que declaman y ansían los
documentos internacionales que hablan de él. Sin las regulaciones,
controles y sanciones que los Estados deben imponerle, poco o nada harán
por el desarrollo del planeta.
Y en la medida en que los Estados estén más bien
controlados por el Sector Privado, el camino por el que se transita es
justamente el inverso.
Cada día queda más en evidencia que este Sector, a nivel
internacional, salteando cualquier regla ética, se mueve en el mundo de
la opacidad y la evasión tributaria, volcando grandes capitales a
operaciones transacciones ilícitas.
El otro aspecto decisivo tiene que ver con
la amenaza ambiental en el planeta. La “casa común” está al límite de sus posibilidades de sustentabilidad, señalan los expertos.
Las advertencias que se realizaron en la última
Conferencia sobre el Clima –COP 21– de París marcan la delgada línea
roja que ya estamos atravesando.
En este contexto, “Desarrollo” es una palabra que se vuelve en sí misma paradójica.
Querer “desarrollar” a los países más pobres al nivel de los ricos, parece llevarnos al abismo.
No quererlo hacer nos lleva a cristalizar la injusticia.
Lo mismo sucede al interior de cada país. Los que más amenazan el ambiente son los que más consumen.
Es cierto que los pobres del mundo, especialmente los que
viven hacinados en las grandes ciudades, tienen prácticas cotidianas muy
contaminantes, pero los sectores ricos, que se presentan como más
cuidadosos respecto de estos temas, son
los responsables de los grandes emprendimientos que lo destruyen todo
(bosques, mares, ríos, aires, lluvias…) sin medida alguna.
Eficacia del desarrollo
En este contexto, ¿qué puede ser realmente la “eficacia del desarrollo”?
Desde América
Latina y el Caribe, contamos con un activo fundamental, como lo es el
conocimiento y sabiduría de nuestros pueblos originarios, que no es un
saber arcaico y de museo sino una conciencia
vívida en millones de personas que vivimos en esta región. Hemos venido tratando de articular estos saberes alrededor del concepto del “Sumak Kawsay” o Buen Vivir.
Básicamente, afirmando que no nos interesa alcanzar el tipo del Desarrollo que los países del Norte o del Centro nos proponen.
Sin embargo, esto también nos genera inmensas contradicciones, en
especial en lo que se refiere a la “explotación” de nuestros recursos
naturales.
En un mundo en el que se dejó para América Latina y el
Caribe el lugar de seguir siendo proveedor de materias primas, siendo
este todavía el principal recurso exportable que tienen nuestros países,
es muy difícil encontrar alternativas
al modelo “extractivista” que se nos propone como motor de nuestro
propio desarrollo.
Son muchas y muy profundas las tensiones que atravesamos como región.
Nos preguntamos cómo poder desarrollarnos con un modelo
propio que logre resolver todas las contradicciones que señalamos y que
no agotan todas las existentes.
Para los sectores históricamente dominantes en nuestra
región, la salida es resignar lo que entienden son miradas utópicas de
la realidad, e insertarse al mundo para jugar el juego que se nos
propone.
Ese juego hoy deja afuera a millones y millones de seres humanos que son considerados sencillamente como de descarte.
Desde la AOED-ALC no podemos abrazar esa propuesta sin renunciar a nuestra propia razón de ser.
Para nosotros, no existe ningún “desarrollo” que no
incluya a todos y todas, incluyendo a la Madre Tierra, de la que nos
sabemos parte.
Cualquier propuesta que no contemple esta perspectiva, para nosotros no puede entenderse como una salida sino como una trampa.
El mandato de los pueblos andinos de “No mentir, No robar y
No ser holgazanes” parece ser tan sencillo como necesario en medio de
los males que nos aquejan...
No tener todas las
respuestas a la mano puede ser visto como una debilidad. Pero también,
reconocerlo es francamente una fortaleza. Avanzar creídos de saber todo
lo que necesitamos, sin saberlo
realmente, puede llevarnos a cometer errores mayores y con
consecuencias aún más devastadoras.
Asumimos que en medio de tantas contradicciones y desafíos, caminamos a tientas.
Pero buscamos irrenunciablemente el camino que nos lleve a la
salida de este laberinto, descartando soluciones individualistas que nos
salven en soledad mientras las grandes mayorías sucumben por las
injusticias a las que el modelo internacional las
somete.
Los artículos de la edición 515 (julio 2016) de la revista
América Latina en Movimiento, con las miradas diferentes desde
las distintas perspectivas, intentan ayudarnos a encontrar algunas
pistas por dónde sea posible seguir andando.
Desde las miradas que dan los distintos sectores y varias de las subregiones de América Latina y el Caribe.
Son miradas diferentes pero no contradictorias y expresan
la búsqueda, las preguntas y las tentativas que vamos haciendo desde
estas tierras protegidas por la Pachamama, regadas por las lluvias del
Amazonas y el Paraná, custodiadas por
los cóndores, alimentadas por el maíz y entibiadas por el Inti que
aparece sobre el Illimani, el Aconcagua y el Popocatépetl y nos recuerda
que hay una fidelidad irrenunciable hacia nuestras raíces y hacia
nuestro futuro común.
Alberto César Croce es
Coordinador Regional de la Alianza de Organizaciones por la Eficacia al Desarrollo-Regional América Latina y el Caribe – AOED-ALC.
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