sábado, 8 de noviembre de 2014

Zona de Guerra La tragedia de Ayotzinapa



Héctor Tenorio/ Opinión
  La versión del procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, de que los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa desparecidos desde el pasado 26 y 27 de septiembre, quienes posiblemente fueron asesinados y calcinados durante horas en Cocula, se parece a lo dicho semanas antes por el padre Alejandro Solalinde Guerra. Éste aseguró que no había ninguna esperanza de que aparecieran vivos los muchachos: afirmó que todos fueron quemados vivos. Para el religioso, el Gobierno Federal le dio un manejo político al asunto; y no fue un hecho aislado, sino una acción de Estado. Posteriormente, de manera intempestiva dejó de opinar. La coincidencia indica que las autoridades dosificaron la información en un intento de manejar esta crisis.
     Analizando el informe de Murillo Karam, presentado el 6 de noviembre, podemos decir que éste se basó en dos ejes: el primero es que, gracias a los últimos tres detenidos, las autoridades pudieron llegar a la conclusión de que un grupo de más de 40 personas fueron ejecutados y quemados. Pero la investigación quedará abierta hasta identificar los restos humanos encontrados, asunto que se realizará en el extranjero. Por otra parte, el funcionario garantizó que no habrá impunidad: dejó entender que todo el peso de la ley caerá sobre el exedil de Iguala, José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda Villa, detenidos el pasado 4 de noviembre.      
     Ambos son señalados como autores intelectuales. Sin embargo, muchos políticos apoyaron a estos personajes, como el caso del exgobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, quien en principio debería explicar cómo permitió que el grupo criminal “Guerreros Unidos” controlara amplias zonas de la entidad.
     En este contexto, resulta lógico que los padres de los estudiantes no aceptaran la versión oficial e insistieran en la necesidad de que las autoridades sigan buscando a sus hijos hasta encontrarlos con vida. Incluso acusan al procurador de querer dar carpetazo y de no cumplir ninguno de los diez compromisos que firmaron con el presidente de la República. En este sentido, exigirán al Gobierno Federal que firme un convenio para que expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presten asistencia técnica a las autoridades mexicanas.
     Como era de esperarse, las reacciones no tardaron en llegar: estudiantes en el Distrito Federal mostraron su inconformidad y bloquearon la avenida Insurgentes Sur, a la altura del Anillo Periférico, en las inmediaciones de Ciudad Universitaria. Por su parte, estudiantes de la UAM Xochimilco hicieron lo mismo en otros sectores de la ciudad. Horas más tarde decenas de personas se reunieron en el Ángel de la Independencia con veladoras, para manifestar su solidaridad, y en las redes sociales el tema fue recurrente. Sin duda las protestas continuarán subiendo de intensidad.
     El Gobierno Federal tiene que hacer un balance y ajuste en su estrategia de seguridad: recordemos que entre las expectativas que generó el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a Los Pinos, estaba la aplicación de una estrategia eficaz contra el crimen organizado, donde hubiera golpes precisos que no propiciaran los baños de sangre que fueron una constante en la administración pasada.
     Amnistía Internacional (AI) ilustra muy bien lo que sucede en el país: hay alrededor de 22 mil desaparecidos, pero las autoridades no han dado información sistematizada sobre el tema, y sólo existen seis condenas por este delito entre 2005 y 2009.
     La crisis de credibilidad por la que atraviesa el Gobierno Federal y la clase política podría terminar con la carrera política de Murillo Karam, del secretario de Gobernación Osorio Chong y del líder inmoral del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Jesús Ortega, más los que se acumulen en la semana.


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